A dos décadas del asesinato que conmocionó a la comunidad local y turista de Miramar, Laura Calampuca y Gustavo Melmann dialogaron con EDM para hablar sobre pasado, presente y futuro de su lucha.
Por Nicolás Galante
Laura, Gustavo y Nahuel salen de la casa del barrio Los Pinos donde la familia completa -en realidad aún sin Lucía, su hija menor, que nacería después- se mudó en 1992 en búsqueda de la tranquilidad que Buenos Aires les negaba.
Cargan una gigantografía con fotos de Natalia que parecen sacadas ayer, algunas que reaparecen a medida que pasan los años, pese a que ya hace 20 que no se renuevan. Nahuel acomoda el banner y deja a cargo de sus padres la entrevista con F5TV y EL DIARIO DE MIRAMAR. Reportaje que pretendía durar unos 7 minutos por tiempos televisivos, pero que el reencuentro después de tanto tiempo estiró a más del doble.
Como disparador para el arranque, surgió una afirmación recurrente que hace pensar a propios y extraños: los Melmann llevan más años en pedido de justicia que los que disfrutaron físicamente a Natalia, que en la madrugada del 4 de febrero de 2001 fue secuestrada, torturada, violada y asesinada por efectivos de la comisaría local de la Policía Bonaerense a la salida de un boliche que hoy terminó en patio de un complejo.
«Nati nunca dejó de ser ausente. Pasó de ser la jovencita que anhelaba vivir y tener un amor a ser la luchadora por su vida esa noche y estos 20 años», inicia Gustavo Melmann, que hace tiempo que no convive con Laura pero volvió a la ciudad para mantenerse unidos en la inclaudicable lucha en momentos donde no se utilizaba el término «femicidio», pero sí se ejercía. Sobre los hijos, Nicolás vive en Europa, Nahuel en Necochea y Lucía está en Buenos Aires.
Justicia
Calampuca, la única que quedó en el chalet y en la ciudad, es testigo de la lucha del colectivo feminista pero critica lo arcaico del sistema judicial. «Para que haya una justicia real mi hija tendría que estar viva. No tendría que haber habido asesinos sueltos en las calles, asesinando criaturas como lo hicieron antes de Natalia, con Natalia y después de Natalia. Justicia tendría que haber sido si los asesinos de mi hija estuvieran en un pabellón común y no en un pabellón VIP o con evangélicos», asegura con bronca.
«La única que tiene la reclusión perpetua es mi hija. No puede salir y gritar, y pedir, y luchar, y estudiar, y amar, y ser libre como era. Y caminar por las calles riendo todo el tiempo, charlando en esta puerta como lo hacía. Eso sería justicia. El resto… nada justifica que ella no esté. Particularmente no soy creyente y no creo que me la vaya a encontrar, porque lo que más quisiera en la vida es poder abrazarla», agrega Laura.
La causa judicial, con sus diferentes aristas, avanza lentamente pero con novedades en las últimas horas. «Sobre Ricardo Panadero, la Cámara de Casación determinó que debe hacerse una nueva sentencia porque hay elementos suficientes para haberlo condenado en su momento porque fue en ese momento fue ‘arbitraria y viciada'», explica el padre. En 2018, durante las últimas audiencias en el Tribunal Oral en lo Criminal N° 4, el por entonces sargento fue absuelto por considerar que no quedó acreditado durante el debate que hubiera participado del hecho.
«Acabo de recibir de la Suprema Corte por nuestro abogado el pedido de que se investigue al quinto partícipe que dejó su ADN en el cuerpo de Natalia. Y por otro lado, estamos viendo que cumplan los 25 años que les corresponden porque nunca tuvieron arrepentimiento, psiquiátricamente no se han recuperado y porque van a salir a matar nuevamente», adelanta y asegura Melmann padre.
Laura y Gustavo no son grandes dominadores de las redes sociales, por lo que los más jóvenes de la familia y las decenas de colaboradores que poseen en su lucha decidieron realizar una «marcha virtual» para evitar concentraciones ante la pandemia. Se ponen orgullosos al mencionar que recibieron muchísimas adhesiones en esta nueva modalidad, entre los que se cuenta a Norita Cortiñas y Adolfo Pérez Esquivel.
Desde las 18:00 del jueves, autoridades de Derechos Humanos del Municipio, Provincia e incluso el secretario de DDHH de Nación, Horacio Pietragalla, inaugurarán una señalética en la Plaza Central que recordará a Natalia, con asistencia reducida por la pandemia.
Y es inevitable recordar el episodio de la placa en marzo de 2008, donde el Concejo Deliberante aprobó instalar una en la fachada de la comisaría y fue retirada por presión de los familiares de Suárez, Echenique y Anselmini.
«Salimos pegados. Teníamos a la Policía que nos reprimía a nosotros y defendía a los familiares, y permitiendo que pasen y le peguen a Laura. Vimos caras en las filas policiales de chicos y chicas que han sido hasta compañeros de Natalia que terminaron reprimiéndonos», rememora Gustavo.
Laura pone un freno en la continuidad de la charla y recuerda varios nombres propios, cada uno con su debida justificación. Sobre el entonces intendente Enrique Marcelo Honores: «Nos venía a coimear para que saquemos los carteles y todo lo que significaba lucha en una sociedad adormecida y con muchísimo miedo a lo que él pudiera hacer». Y el de Gustavo El Gallo Fernández: «Es el entregador. Le dieron la misma pena -bah, es un decir- que le dieron a los asesinos, y aunque él no la haya asesinado es un asesino más porque la buscó y la entregó sabiendo lo que Natalia era».
Amor
«Natalia era una criatura simple. Solo se dedicaba como todas las criaturas de 15 años a buscar el amor. La amistad para ella era todo. Entregaba absolutamente todo, sin reservas, sin nada. Era alegre. Lo único que le entristecía era el amor no correspondido de sus amigas. No todas. Y el hecho de que casi todas tenían sus novios y ella no. Ella lo que fue a buscar esa noche fue eso: a buscar el amor que había perdido en su momento», confiesa la madre.
Ahí sigue otro nombre propio, el de Maximiliano, con quien Natalia tuvo una relación y sobre el que asegura que «él vio desde la bicicleta donde iba qué era lo que le estaban por hacer, y no lo impidió».
Lucha
«Para mí sigue viva en cada una de las chicas que grita en la calle ‘Ni una menos’, en cada una de las chicas que no permiten abusos, que levantan su voz para ayudar a otras que necesitan la ayuda. Ella ha creado una conciencia que antes no había en el pueblo: antes no marchaba nadie, ahora marchan maestros, la gente del hospital… ni siquiera se conmemoraba el 24 de marzo. Mirá hasta donde llegaba el horror», continúa entre una mezcla de lágrimas, reivindicación, recuerdo y confianza por lo que vendrá.
«Gracias a ella, a sus hermanos y a mis nietos que me han parido en estos 20 años y no me han dejado caer en lo más profundo que puede llegar a ser por lo menos para mí una locura. Yo ya estoy bastante loca, pero nada la hace invisible ni muerta. Ella está más viva que nunca en cada uno de los habitantes de Miramar. Por eso yo me quedé a vivir acá, para que la sigan manteniendo viva, porque mereció una vida como la de todos… pero vivirla. Para eso fue creada, para vivir, no para caer en manos de semejantes bestias», concluye Laura.
Sostiene la mirada de las fotos y videos de estos 20 años que dieron cuenta del paso del tiempo, ese que los asesinos le quitaron a Natalia que es cartel y bandera de una lucha que excede a su caso y que, pese a que aún se mantiene el reclamo de justicia completa, sirve para cambiar paradigmas de un sistema y una sociedad patriarcal.
Tres policías condenados, un cuarto a la espera de nuevo juicio y un quinto perfil genético
La investigación por el crimen de Natalia Melmann, ocurrido el 4 de febrero de 2001 en nuestra ciudad, derivó en la condena a prisión perpetua de tres policías acusados de raptarla, violarla y asesinarla, mientras que un cuarto efectivo deberá ser sometido a un nuevo juicio oral, tras haber sido absuelto en un debate previo.
Además, resta determinar a quién pertenece un quinto perfil genético que fue hallado en un rastro en el cuerpo de la víctima.
Los condenados por el crimen son los efectivos de la Policía bonaerense Oscar Echenique (61), Ricardo Anselmini (53) y Ricardo Suárez (58), sentenciados a prisión perpetua por ser coautores de los delitos de «rapto, abuso sexual con acceso carnal agravado por la pluralidad de personas y homicidio criminis causa».
Según se estableció en el juicio celebrado en septiembre de 2002 en el Tribunal Oral en los Criminal 2 (TOC 2) de Mar del Plata, los acusados obligaron a la menor a subir a una camioneta policial cerca de las 7 del 4 de febrero de 2001, y la llevaron a una casa ubicada en el barrio Copacabana.
Allí la violaron y «con el inequívoco propósito de procurar la impunidad de la agresión sexual, la víctima fue muerta por asfixia, y estrangulada con un lazo confeccionado con el cordón de una de sus zapatillas».
Los policías trasladaron luego el cuerpo al vivero Florentino Ameghino, donde fue hallado cuatro días más tarde, debajo de una pila de hojas.
En el mismo juicio, fue sentenciado también, pero a 25 años de cárcel, Gustavo Gallo Fernández, por su participación en el secuestro, aunque la pena fue reducida luego a 10 años de prisión.
Los tres policías se encuentran alojados desde entonces en la Unidad Penal de Batán, y estarían en condiciones de tramitar la libertad condicional a partir de agosto de 2022, al cumplir 20 años detenidos.
Desde el 20 de octubre del 2017, los efectivos condenados gozaron de salidas transitorias una vez cada quince días, pero en febrero de 2019 este beneficio fue revocado.
Por otra parte, en julio de 2018, fue juzgado en el TOC 4 marplatense un cuarto policía, el exsargento Ricardo Panadero (63), quien no formó parte del primer proceso porque fue sobreseído antes de la elevación a juicio de la causa.
A partir de una resolución de la Suprema Corte provincial, que dispuso que se revocara aquel sobreseimiento y el caso volviera a primera instancia, Panadero fue juzgado 17 años después por el delito de «privación ilegítima de la libertad agravada por el uso de violencia, abuso sexual agravado por acceso carnal y por la participación de dos o más personas y homicidio agravado por la participación de dos o más personas y criminis causa».
Tras ese debate oral, los jueces Juan Manuel Sueyro, Fabián Riquet y Jorge Peralta, lo absolvieron de manera unánime, porque consideraron que no pudo acreditarse la acusación y que «no se probó su coautoría en los hechos».
El fallo fue apelado por la Fiscalía General marplatense y por la fiscal de juicio, Ana María Caro, por entender que «existió una apreciación incorrecta del material probatorio» y que «se prescindió de elementos relevantes».
También recurrieron la absolución los padres de la víctima y su abogado, Federico Paruolo, al considerar que «se realizó un análisis sesgado y arbitrario de los elementos probatorios», en especial de una prueba de ADN realizada sobre un vello púbico hallado en el cuerpo de la víctima, que indicó que «se detectó compatibilidad con el análisis correspondiente a Panadero».
A partir de estos planteos, el 13 de noviembre de 2019, la Sala III del Tribunal de Casación bonaerense anuló la absolución y ordenó la realización de un nuevo juicio, que aún está pendiente.
La investigación del crimen arrojó además un quinto perfil genético, detectado a partir de un rastro de semen hallado en el cuerpo de la víctima durante la autopsia.
Para establecer a quién pertenece, la querella pedirá en los próximos días que se estudie la compatibilidad genética entre ese perfil y el de los efectivos policiales que prestaban servicio en Miramar al momento del hecho.
*Entrevista de realización propia en conjunto con F5TV. Último artículo cortesía de la Agencia Télam.
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