Emigró siguiendo a sus padres músicos, María Cortés y el local Oscar Yas. Una vida cerca del arte en Nueva Jersey, hasta que se enamoró de una ciencia que no imaginaba. Hoy brilla como embajadora latina.
La historia de Violeta Yas, hija del músico Oscar, recientemente destacado como «Embajador cultural del partido de General Alvarado», fue una de las Historias seleccionadas por la periodista Marina Zucchi para el diario Clarín a fines del mes pasado. La transcribimos a continuación.
Un avión que dice adiós al faro, al Torreón del Monje, al Monumento al lobo marino, a la totalidad de Mar del Plata, para empezar una vida en un país cuyo idioma Violeta solo escucha en películas. 1989. No repara en si llueve o hay sol, pero del otro lado la esperan como destino sol, precipitaciones y todas las condiciones meteorológicas posibles. En varios años el cielo será su guía. Trabajará como «leedora» de cielos.
Violeta Yas, marplatense, ciudadana de Nueva York, todavía no vio la tercera película más vista en el mundo en Netflix (Granizo, protagonizada por su compatriota Guillermo Francella), pero promete hacerlo. Será cuando su agenda laboral apretadísima en la cadena NBC, entre cálculos, fondos de pantallas sobre nubosidad, viento, temperatura y probabilidades, lo permita.
Cuatro premios Emmy regionales, gigantografías de su sonrisa, grabaciones a metros de los estudios en los que conduce Jimmy Fallon… La historia parece imposible, pero a fuerza de estudio Miss Meteorology lo hizo. De la tierra de Ástor Piazzolla y Guillermo Vilas a presentar el tiempo en la ciudad de los cinco distritos.
La sensibilidad que le aplauden a la hora de hablar de ciclones y otro tipo de potenciales catástrofes encuentra su raíz en vivencias personales recientes. «El año pasado nos impactaron fuerte en Filadelfia y Nueva Jersey los remanentes del huracán Ida. Eso causó inundaciones tan severas donde vivía que tuve que evacuar por una semana», cuenta a más de 8.000 kilómetros. «Fue la primera vez que pasé por algo así, que mi propiedad se dañó y también tenía a mi perrita de 15 años a cargo. Tuve que solucionar dónde quedarme, hablar con el seguro, y demás. Eso me dio más perspectiva como meteoróloga de lo que vive nuestro público cuando se reportan daños por tiempo severo. Pasar por ese evento histórico me obligó a traer aún más empatía a mis coberturas».
Todo arrancó con el sueño de sus padres, inmigrantes argentinos en Nueva York, que trasladaron con éxito su arte, la música folclórica. Una cadena de argentinidad de exportación, cuyo círculo se cerró de manera impensada, con su hija como embajadora latina, «Bilingual Meteorologist«, como se presenta ella ahora, mucho más que «la chica del tiempo».
María Cortés, de Bahía Blanca, y Oscar Yas, de Miramar, decidieron cambiar de país en 1989, año en que el presidente Raúl Alfonsín tuvo que adelantar las elecciones presidenciales apurado por un ambiente convulsionado. Mientras en nuestro país asumía Carlos Menem, la pareja de artistas se afincaba en Nueva York, con Raúl, el hijo mayor, Violeta, la menor, y otra «hija» en pañales, la ilusión de la música nacional haciendo pie en Queens.
La pareja había vivido la experiencia inmigratoria siete meses en España y había regresado a Mar del Plata semanas antes de que naciera Violeta. Cuatro años después, Oscar se embarcó primero rumbo a los Estados Unidos y dos meses más tarde lo siguió María, con sus hijos. Llevaban las «herramientas fundamentales de trabajo», dos guitarras en la valija, además de instrumentos de percusión como quijada de vaca y chajchas de pezuñas de cabra.
Lo que para muchos parecía una entelequia inocente propia de músicos, se transformó en una «empresita» familiar: mamá y papá explotaron su dúo folclórico y de tango (el Yas Cortés dúo) y giraron con sus shows en el área triestatal de Nueva Jersey. También participaban de la agrupación Ceibal Vocal Ensemble. «Al principio actuábamos en las universidades, donde hay un campo interesante para los músicos presentándose ante quienes estudian español», cuenta María, que no entendía inglés en aquel momento.
Sin saber leer y escribir aún, Violeta, que se llama así por la admiración que Oscar y María profesaban por Violeta Parra, se encontró viviendo en un vecindario multicultural, con coreanos que a partir del juego le enseñaban un inglés con acento oriental, mientras ella intercambiaba algo de español y de «argentino». La nostalgia por la patria propia se compensaría con la aventura de una vida de grandes posibilidades en el norte.
La argentinita que brillaba en «la school»
«A los cuatro años Violeta nos pidió hacer comerciales para TV. No quisimos llevarla, pero la comunicación y la televisión eran su destino», juzga su madre, que un rato después manda un mail con los recortes de aquella victoria de ella en Cosquín en 1984, junto a su marido, en la categoría «Dúo». Llegaron a tocar La misa criolla en el Carnegie Hall de Manhattan.
Los primeros dos años de la primaria, Violeta estudió en la escuela pública P.S 221. A los dos años se trasladaron a Garfield, Bergen, Nueva Jersey, un punto con poco más de 30 mil habitantes hoy, que recibió su nombre en honor al vigésimo presidente de los Estados Unidos, James Garfield.
«Mi recuerdo más fuerte es principalmente de los ensayos en casa. Una casa llena de música, de instrumentos, yo aprendí flauta desde muy pequeña, y mi hermano, guitarra. También tengo el recuerdo de artistas sudamericanos ensayando, un músico peruano tocando el bombo, una cantante chilena», se emociona Violeta en ese castellano contaminado por tres décadas en el país del norte. «Guardo una foto que resume todo, mamá dormida abrazada a una guitarra».
Excelente alumna, sociable, el idioma lo fue incorporando como algo natural. No hubo problemas de adaptación, aunque algo la hacía sentirse diferente. «En un punto, en la escuela había diversidad, muchos italianos, dominicanos, puertorriqueños, croatas, algunos de Europa del Este y hasta de Macedonia», evoca.
Tal vez haya sido la tormenta de nieve que atravesó en 1996 la que dejó marcas que se encendieron décadas después. Recuerdos que Violeta conecta ahora y remueven una fibra especial. «Aquel hecho dejó más de 30 pulgadas de nieve en partes de Nueva jersey. Yo abría la puerta y la nieve llegaba hasta la cintura. No tuvimos escuela por una semana. Me acuerdo que vivíamos al lado de una iglesia muy importante, que tenía un estacionamiento grande. Los trabajadores de la ciudad no tenían dónde poner la nieve, entonces la empezaron a montar allí en el estacionamiento y se formaron montañas. Yo salía con mi hermano para andar en trineo».
Mientras madre y padre alcanzaban «hitos» musicales como cantar en el estadio Metlife de Nueva York (casa de los Giants y Jets del fútbol americano), la premisa era mantener la identidad. En casa respetaban ritos como los ñoquis cada 29 o el mate. «Eso confundía un poco a mis amigas, que venían a jugar y me preguntaban qué toma tu familia», se ríe Violeta. «Ahora el mate es mucho más popular, de hecho, hay tiendas grandes y supermercados que venden el mate en bolsa. Yo me volví más cafetera por estos días, pero nunca abandoné mi equipo de mate».
Sueños infantiles de atleta profesional, de arquitecta, de médica, Little Violeta tenía la contención familiar y la confianza para encarar lo que quisiera, pero jamás se le cruzó la meteorología como especialidad. «En ningún momento me sentí asustada con el cambio de país, tal vez porque es parte de mi personalidad, pero también porque mis padres planificaron todo muy bien, se aseguraron de no viajar a la deriva, de que tuviéramos un lugar donde vivir. No viví la inmigración con miedo, sino como una oportunidad. Y la meteorología me buscó a mí y no al revés».
Durante la secundaria, mientras participaba de grupos de baile y actuación, descubrió que se inclinaba por el área social, amaba involucrarse con la gente y el mundo del entretenimiento. Así, apenas egresó, se anotó en Periodismo y se graduó con especialización en español en la Universidad estatal de Rutgers, New Brunswick, una entidad de 255 años. Potente centro académico de los más antiguos y grandes en el área metropolitana de Nueva York/Nueva Jersey, fue fundado en 1766 y ofrece más de 100 licenciaturas.
Todo parecía encaminarse por el lado del periodismo deportivo, Violeta se orientaba a temas vinculados al básquet y al fútbol americano, escribía para Sports Page Magazine, pero la meteorología la interceptó sin quererlo. El flechazo vocacional terminó en matrimonio.
«En 2008, cuando hubo una fuerte recesión, no había trabajo en periodismo. Un ámbito muy competitivo, estuve dos años buscando, no tenía experiencia y estuve cerca de tirar la toalla», confiesa. Fue entonces que llegó «el accidente», El Breakpoint o punto de ruptura, el llamado que desvió lo que parecía un caminito recto, previsible. El deseo de un trabajo llegó desde el lugar menos esperado, AccuWeather, el gigante estadounidense fundado en 1962 que presta servicios de pronóstico del tiempo en todo el mundo.
La propuesta era como presentadora del tiempo en TV, bilingüe, y un nicho se le abrió sin buscarlo: «Hasta el momento no había pensado usar el español como herramienta profesional». Sin conocimientos sobre la ciencia que se encarga de estudiar las propiedades y fenómenos de la atmósfera a corto plazo, en un lugar y tiempo específicos, aceptó el reto y se sometió a un entrenamiento intenso para absorber el ABC de la materia. La profundización llegaría años más tarde.
Durante su estadía de tres años en AccuWeather, desde 2010, su cara apareció en Fox News, Fox Business, ABC World News Now, The Big Ten Network, varias cadenas locales de Telemundo y Univisión, y otras cadenas a través de Latinoamérica.
Para 2014, una propuesta laboral superadora tenía una salvedad: que estudiara meteorología. Debía incorporar lo científico al conocimiento informal. Se unió así al equipo de la cadena Telemundo, filial Filadelfia, y regresó a la actividad académica como estudiante, pero ya no en Nueva Jersey, sino en la Universidad de Mississippi. Fueron tres años carrera. Con ese certificado en mano, ya era palabra autorizada dentro de ese universo y sintió que la escalera no tenía final.
Hace poco más de un mes, «North Jersey Girl«, como se define (la chica del norte de Jersey) dejó Filadelfia rumbo a Nueva York para unirse a NBC. Todavía parece flotar en ese estado onírico. Su jornada típica: de 9 a 18. «Desayuno, tomo el tren desde mi casa, llego y tengo una reunión editorial sobre cómo es la situación del tiempo a corto y largo plazo, y a partir de allí cada día es distinto», explica. «A veces trabajo en cámara, a veces en la producción y en el tema de las gráficas. También hago segmentos y programas digitales, con historias de cambio climático».
«Violeta fue la reina que representó a la Argentina en un desfile de la hispanidad muchos años atrás», cuenta Bianca Vidal, creadora hace 15 años de la agrupación Argentinos en Nueva York, quien conoce minuciosamente a miles de los 25 mil compatriotas que residen en esa ciudad. «Ella y sus padres, del dúo Yas Cortés, son una excelente representación de la comunidad argentina en el exterior», suma esta profesora de Psicología de The City College of NY.
«NBC 4 New York le da la bienvenida a su nueva meteoróloga», se leía hace días en la página de NBC Nueva York ante la reacción de miles de latinos que vieron en ella una inspiración y un sueño posible. «Tengo una vida y solo va en una dirección: hacia adelante», suele repetir. «¿Experimentar discriminación como latina? Nada fuerte. Me sentí un poco rara cuando trabajando en AccuWeather, en Pensilvania. Fue un shock cultural, una zona boscosa, de pocos latinos, no sabían qué es una empanada», describe.
Así como Nadia Zyncenko, nacida en Nápoles, pero de sangre ucraniana, supo brillar en la pantalla argentina indicándonos si llevar abrigo o evitar la mesa al aire libre, Yas lleva su simpático servicio a la comunidad con ese mismo empuje y esa marca inmigratoria. En el caso de Nadia, era Don Vladimiro, su padre, quien miraba diariamente el cielo para saber cuándo sembrar y ella aprovechó una beca otorgada por el Servicio Meteorológico Nacional para estudiar en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Distintos caminos, un mismo camino: la superación fuera del propio suelo.
Estados Unidos se jacta de ser el primer país en el que las estaciones de televisión comenzaron a transmitir informes meteorológicos, a fines de los ’40. The Weather Channel salió al aire en 1982, como el primer canal de TV en emitir previsiones las 24 horas. En nuestro país, también hubo una irrupción temprana, tal vez desde que en 1951 Carlos D’Agostino dibujaba en carbonilla soles tristes o alegres en el noticiero de Canal 7. Cada vez colada con más fuerza, la meteorología se metió hasta en los celulares. Y abrió un campo impensado de uno y otro lado del mapa. La gran grieta tal vez sea entre los que apenas «leen» un pronóstico y los que saben realmente de qué hablan.
-¿Volver al país después de semejante logro es una posibilidad?
-No me gustaría decir «no». En el mundo de la meteorología, Argentina es un país dinámico, y además todavía le tengo mucho cariño. Dejo la puerta abierta.
Integrante de la American Meteorological Society, Yas colabora con el avance de los sudamericanos en la especialidad. Su militancia incluye también trabajos acerca del cambio climático. Acaba de participar, por ejemplo, en un proyecto de estudio sobre rayos y cómo afectan la vida de las comunidades latinas tan ligadas a la agricultura, la construcción y otros trabajos al aire libre. Su otra misión solidaria tiene que ver con sus horas dedicadas a los Future Scholars («los académicos del futuro»), un programa que identifica a estudiantes prometedores de bajos recursos y les brinda una beca universitaria.
Sabe Violeta que una simple actitud divide a las personas en dos clases: las que teniendo la información de que habrá lluvia, eligen salir con paraguas. Y las que sabiéndolo, lo dejan en casa. Ella se alista en un grupo intermedio: «Siempre lo tengo en el auto, pero casi nunca lo uso, olvido bajarlo», sonríe. «Uno se pasa casi todo el día advirtiéndole al otro lo que va a pasar, y finalmente se olvida de uno mismo».
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